Los adjetivos dan tanto juego, que se puede trazar la historia de la poesía española con sólo observar cuántos, cuáles y cómo se emplean en cada época o movimiento. Es verdad que uno se lleva sorpresas, como la inclinación del Arcipreste de Hita (¡en el siglo XIV!) a anteponerlos al nombre, en su Libro de Buen Amor, que escribe para luchar contra el pecado, pero, consciente de que «es umanal cosa [´cosa –muy- humana´] el pecar» y de que algunos van a seguir queriendo «usar del loco amor [´amor desquiciado´], deja caer que en su obra fallarán [´encontrarán´] algunas maneras para ello». Fuera de la literatura, las cosas no son muy distintas. En las diez primeras líneas del programa de… Ver Más
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