Manuel Carrasco volvió a conquistar Sevilla con el inicio de su esperado Tour Salvaje, en una noche vibrante celebrada en el Estadio de La Cartuja. A pesar de ser su tercera visita en cuatro años, el onubense volvió a llenar el recinto, demostrando una vez más el vínculo especial que mantiene con el público sevillano. Desde primeras horas del día, miles de seguidores aguardaban con entusiasmo su entrada al estadio, sin que el calor primaveral fuese obstáculo para disfrutar de la cita.

El concierto marcó el estreno oficial de su nuevo disco Pueblo Salvaje, cuyas entradas se agotaron en apenas una hora tras ponerse a la venta en diciembre. Aunque el álbum apenas llevaba unos días disponible, sus nuevas canciones fueron bien recibidas por un público entregado desde el primer acorde. La noche arrancó con fuerza y emoción, especialmente cuando el artista interpretó la sevillana que dedicó a la ciudad tras ser nombrado Hijo Predilecto, uno de los momentos más aclamados del evento.

El espectáculo, repleto de efectos visuales, luces y llamaradas, mantuvo un ritmo enérgico desde el principio. Con temas nuevos como El grito del niño o Hay que vivir el momento, Carrasco logró mantener al público en pie, palmas al aire y voces coreando cada estribillo. Sin embargo, fue con sus canciones más conocidas cuando el estadio vibró con mayor intensidad. Clásicos como Uno x uno fueron recibidos con entusiasmo, conectando al artista con una audiencia que lo sigue desde hace años.

Carrasco no escatimó en muestras de cariño hacia Sevilla. Visiblemente emocionado, dedicó palabras de amor y agradecimiento a la ciudad, destacando la calidad humana de su gente por encima de la cantidad. También se mostró atento con su público, interrumpiendo el concierto para pedir ayuda médica ante un desmayo en las primeras filas. Instantes después, un coro gospel y un saxofón acompañaron su interpretación de Que nadie, añadiendo una dimensión emotiva al espectáculo.

La velada incluyó momentos íntimos como Hay amores que duran toda la vida y Mujer de las mil batallas, en los que el silencio respetuoso del público permitió al cantante expresar sus emociones con profundidad. Entre bromas, referencias culturales y mucho sentimiento, Carrasco supo alternar la energía del directo con instantes de ternura, demostrando una vez más su capacidad para conectar desde el escenario. Como colofón, los Cantores de Híspalis se unieron a la fiesta, encendiendo aún más el ambiente con sevillanas y un emotivo homenaje a Pascual González y a Huelva.



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