CULTIVA el Sevilla la sana costumbre de reconocer el pasado como fórmula inequívocamente ideal conque reafirmar el presente y embocar un futuro esperanzador. Hace el club de Nervión en este martes 21 de noviembre un alto en ese laberinto accionarial que tantas ambiciones despierta para reconocer a uno de los suyos que desde el banquillo coadyuvó a sacar al Sevilla del marasmo con que entró en este Siglo XXI.

En aquel Sevilla nuevamente descendido cuando se doblaba el cabo de un siglo a otro se le encendió la bombilla a los dos basamentos del club en aquellos tiempos de mohína y telarañas en la caja. Roberto Alés y Monchi, al alimón y como a la fuerza ahorcan, fueron a buscar a un hombre que estaba deseando ser encontrado y que estaba en el paro tras una corta y no muy afortunada estancia en Villarreal. Estábamos en el verano de 2000 y ahí empezó toda esta historia.



Joaquín Caparrós, sevillista de nacimiento, hallaba su sitio natural con la empresa de devolverle la salud al club de su padre y al suyo del alma. El Sevilla había apostado por el pragmatismo económicamente asequible y a partir de ahí ancha es Castilla y miel sobre hojuelas. Lo que Monchi traía a precio de cobre lo convertía en oro este utrerano para que el Sevilla volviese como un tiro a Primera División, esa categoría que perdió por la ineptitud de unos dirigentes incapacitados.

Y a partir del retorno, Roberto Alés se bate en retirada y llega al sillón de Don Ramón José María del Nido con todo su arsenal de propósitos increíblemente posibles. Y no sólo tuvo Joaquín al Sevilla en postura, sino que hasta lo llevó a Europa en lo que sería el Kilómetro Cero para la mejor historia del club. Y en este soleado mediodía de noviembre, el Sevilla le concede el galardón que lleva el nombre del legendario Ramón Encinas, el hombre que ganó la Liga, ni más ni menos.



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