El Parque Natural Bahía de Cádiz ( 10.522 hectáreas) esconde secretos con gran encanto, no solo por su paisaje, también por el ecosistema que lo conforma, con la presencia de abundante fauna en esteros y salinas, que lo convierten en uno de los humedales costeros más importantes de Europa. El recorrido, desde Chiclana hasta El Puerto de Santa María, pasando por San Fernando y Puerto Real, cuenta con gran interés medioambiental, cultural y gastronómico.
Durante años, la Bahía de Cádiz llegó a albergar más de 160 salinas. Sin embargo, a mediados del siglo XX, dejaron de ser rentables y, aunque algunas siguen resistiendo y viviendo de la extracción de sal, muchas otras están ligadas al turismo o a proyectos científicos. A pesar de todo, bien merece la pena realizar un recorrido por ellas para comprender la importancia de la extracción de sal y su historia, además de la biodiversidad que albergan.
El catálogo de animales que pueden encontrarse en este hábitat es de lo más variado. El visitante se puede topar con flamencos, espátulas o águilas pescadoras que tratan de alimentarse con alguna de las más de 127 especies que habitan en la marisma. Además, aquí viven las colonias más importantes de charrancitos, cigüeñuelas y avocetas, y en sus lindes es posible conocer plantas tan particulares como la espartina, la salicornia y la sarcocornia.
Salinas de Carboneros, en Chiclana
El recorrido por estos estuarios se inicia en la carretera de La Barrosa, concretamente a la altura de la urbanización de Las Mogarizas. Antes de llegar a la Venta Alegría y al restaurante Popeye, el viajero se encuentra con la entrada a las salinas de Carboneros, en Chiclana de la Frontera. La ruta discurre por un sendero señalizado, de dificultad baja, circular y con unos 5 km de trayecto, comenzando por una pequeña zona de pinos piñoneros.
Después de cruzar el caño de Carboneros, que está alimentado por el de Sancti Petri, la ruta continúa por una salina abandonada y sus esteros (grandes depósitos de agua de mar), uno de los lugares favoritos de los ornitólogos, donde ver diversas especies de aves, como avocetas, cigüeñelas, chorlitejos patinegro, martín pescador y una de las poblaciones más numerosas de flamencos de la Bahía de Cádiz, además de miles de cangrejos que se esconden al paso.
Salina de Carboneros en Chiclana
La salina de Santa María de Jesús, también en Chiclana, es una antigua explotación de sal recuperada en la actualidad como Centro de Recursos Ambientales(CRA). Dispone de una amplísima oferta de posibilidades para toda la familia: desde un museo para conocer la historia de la actividad salinera, hasta un mirador, pasando por una tienda en la que se pueden adquirir las sales recolectadas en la propia salina de forma artesanal y despesques.
Baños de barro en un spa salino
Recorrer las instalaciones no tiene ningún coste económico, aunque hay visitas guiadas a partir de dos personas que puedes concertar con anterioridad. Si es verano, es recomendable probar alguno de los tratamientos del Spa Salino (solo en temporada y previa reserva: 667 664 844 / 670 465 909). Nada como un buen exfoliante de sal, una envoltura de algas o un baño de fango y un masaje relajante en pleno parque natural de la Bahía de Cádiz.

Parque Natural de la Bahía de Cádiz
Salinas en el corazón de San Fernando
La ciudad de San Fernando ha sido una de las que históricamente más ha estado unida al trabajo de la sal. Tal es la relación que el traje típico local se inspira en el que hombres y mujeres utilizaban antiguamente para el trabajo en la salina. En esta ciudad podemos recorrer el sendero El Carrascón para caminar por el margen del caño entre salinas, casas salineras abandonadas y esteros aún en funcionamiento.
La salina de San Vicente, situada en el corazón de San Fernando (carretera Arsenal de la Carraca) se ha convertido en un agradable local para celebraciones, con una cocina que incluye gran cantidad de platos típicos de la zona, entre los que destacan las tortillitas de camarones y los ostiones con limón. Las salinas se pueden visitar en grupo, aunque siempre se puede pasar por el despacho del establecimiento y adquirir una de sus variedades de sal.
Centro medioambiental en La Esperanza, en Puerto Real
Otra de las paradas de la ruta se encuentra en la salina de la Esperanza, en Puerto Real. El acceso a esta instalación se establece desde la autovía A-4, donde hay que tomar la salida 660. Una vez cruzado el puente Melchor sobre el ferrocarril, se encuentra una rotonda de la que sale un camino asfaltado (a la izquierda) que conduce de nuevo hacia la vía férrea. Siguiendo esta dirección, a 1,5 km se encuentra el aparcamiento, junto a la puerta de entrada a la salina.
Esta instalación se encuentra gestionada por la universidad de Cádiz, ya que en ella se están desarrollando diferentes proyectos de recuperación, investigación y divulgación medioambiental. Desde el mirador, se pueden observar aves como el chorlitejo patinegro que anida en este espacio, además de charrancitos y espátulas, entre otras, en medio de un paisaje dominado por las singulares formas del intrincado sistema de caños, esteros y muros.
Balsas de agua de color rojizo, en El Puerto de Santa María
Para finalizar el recorrido por la costa gaditana, en El Puerto de Santa María se encuentra la Salina La Tapa y Marivélez, en la misma ruta que la Casa de los Toruños. Se trata de una de las salinas industriales más importantes de la provincia. A diferencia del resto de salinas de la Bahía, esta se caracteriza por el color rojizo de sus balsas de agua, que tiene que ver con la presencia de unas microalgas y bacterias con pigmentos rojos propias de la zona.

Salinas en Puerto Real
De estas algas se nutren unos pequeños crustáceos –artemia salina-, que incorporan el pigmento a su organismo. A su vez, los flamencos se alimentan de estos crustáceos, de los que toman su color rosado. De hecho, hay gran cantidad de flamencos en este entorno natural, así como otras aves propias de estos ecosistemas: avocetas, charrancitos, chorlitejos patinegros, gaviotas patiamarillas, garcetas y espátulas que tienen aquí su hogar.
Noviembre, mes del pescado del estero
Aunque para disfrutar de este ecosistema único, la ruta se puede realizar en cualquier época del año, es en el mes de noviembre cuando aumenta el atractivo gastronómico de la zona, ya que es la temporada de pescado de estero, (lenguados, lubinas, doradas, anguilas y lisas, entre otros), que se obtiene de en estos particulares estuarios, y que se podrán degustar en cualquiera de los restaurantes que se distribuyen por la bahía.